Lo peor de la Navidad
¡Muy buenas tardes-noches a todos!
Ya estamos, como quien dice, tocando las fiestas con las puntas de los dedos, y es por eso que he decidido, inspirada por el preciosísimo artículo que escribió Julio en el TEVDA del viernes, hablaros de lo peor de la navidad. Porque no hay mejor sin peor, ni positivismo sin hate. Así que al lío.
Lo peor de la navidad es darse cuenta de que ya no hay niños en la familia por los que seguir fingiendo que el Olentzero ha pasado por casa a dejar los regalos. Es ese momento en el que los adultos deciden que ya no es necesario seguir con el paripé de que todo es maravilloso y empiezan a decirse lo que realmente piensan cuando llevan un par de cubatas de más. Es ese preciso instante en el que te acuerdas de los que ya no están y deseas con todas tus fuerzas volver al pasado y refugiarte en tu inocencia.
Lo peor de la navidad es que tu tía te zarandee y te pregunte si ya tienes novio/novia, aunque sepa de sobra que no, o que si lo tuvieras, tampoco se lo contarías. Es ver cómo el cuñado de turno, entre un chupito y otro, grita "¡Las feministas de antes sí que luchaban, no como las de ahora!" mientras las mujeres de la mesa se levantan por inercia cada vez que toca recoger o traer algo de la cocina. Tranquilo, que este año tampoco vas a tener que mover los huevos, tú a lo tuyo (hijo de puta).
Lo peor de la navidad es querer seguir con tu vida de mundano indiferente, y cada vez que necesitas hacer alguna compra, encontrarte con todas las tiendas a rebosar de gente. Es recibir una avalancha de spam de todos los grandes almacenes donde hayas comprado durante los últimos cinco años, que por mucho que los envíes a "no deseado", siempre consiguen colarse en tu bandeja principal.
Lo peor de la navidad es la hipocresía de los que no mueven un dedo por los demás el resto del año y se las dan de caritativos en estas fechas. Es el anuncio de turno de Campofrío, que se lleva la palma en hacer spots de lágrima fácil apelando a lo emocional y a la nostalgia, mientras los animales de sus granjas malviven en condiciones lamentables.
Lo peor de la navidad son las collabs de las influencers de turno. Es pasar decenas de stories en las que la gente ha empalmado Halloween con Navidad y empiezan a decorar el árbol el 2 de noviembre.
Por último, lo peor de la navidad es tener que coordinar la tutoría, llevar a cabo las programaciones anuales y tener que preparar el numerito para el festival del colegio. Es darse cuenta de que lo mismo da público que concertado, la fachada para impresionar a las familias es innegociable. Por suerte, yo este año estoy exenta. Bendito embarazo.
Y despedimos el blog de hoy deseándoos unas muy felices fiestas a todos. A los que os gusten, que las disfrutéis mucho; a los que no, mucho ánimo. Os dejo a continuación una guía de supervivencia.
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