Historias para no dormir: La bruja Fara
¡Buenas tardes y felicísimo domingo a todos! Qué bien sienta una hora más de sueño y qué a gusto pasamos la tarde de domingo sabiendo que al día siguiente no se trabaja... Muchas gracias por la acogida que tuvo el artículo de la semana pasada y espero que disfrutéis con el de hoy.
En un principio iba a ser un storytime, pero como todavía se trata de algo reciente, voy a cambiar nombres y sitios y convertirlo en una historia de miedo para la ocasión. Todo parecido con la realidad es pura coincidencia. Poneos cómodos, preparaos un chocolate calentito y seguid leyendo.
Hace muchos, muchos años, en una tierra lejana, había un colegio al que acudían un montón de niños y niñas a diario. Los profesores eran aparentemente personas de lo más normal que hacían lo posible por mantener el interés del alumnado, se las ingeniaban para cubrir las necesidades de este, cumplir con la formación institucional y reunirse con las familias. Todo parecía estar en orden, hasta que un año, al comenzar el nuevo curso, algo cambió.
El claustro trataba de ponerse al día y organizar horarios y espacios, vaya, el panorama habitual de cualquier colegio una semana antes de tener que recibir a sus alumnos, cuando de repente, una mujer (o al menos eso era lo que pretendía aparentar) irrumpió en en salón de actos. Su pelo era canoso y rizado, tenía unos ojos verdes y saltones sobre una gran nariz terminada en punta. Era alta y muy delgada, y parecía sofocada. Se disculpó por llegar tarde, tratando de justificarse con algo que no pareció atraer el interés de nadie, y acto seguido, se sentó a un lado. La presencia de este extraño ser no supuso el más mínimo cambio en la vida de ninguno de sus compañeros, a excepción de la pobre pringada que la tuvo como paralela.
Fara, que así es como esa extraña mujer se hacía llamar, resultó ser una compañera muy complicada con quien coordinarse. Lola, la profesora con quien compartía el curso, trató en innumerables ocasiones de razonar con ella y llegar a acuerdos, pero resultó inútil. Nunca le venía bien dar el contenido acordado en la programación, siempre tenía ideas mejores que después no llevaba a cabo. Cada vez que había que reunirse, aparecía tarde y apestando a tabaco. Un día, Lola presenció algo que jamás olvidaría.
Harta de no ser escuchada, de hacer todo el trabajo, de dar la cara ante el equipo directivo y no recibir un ápice de implicación por parte de su paralela, Lola decidió seguirla fuera del colegio al mediodía. Quedó paralizada al ver cómo la mano izquierda de Fara se deformaba y comenzaba a echar humo. La bruja se llevó la mano a la boca, y Lola pudo ver cómo tres de los cinco dedos se habían transformado en cigarros. Lo cierto es que se le quitaron las ganas de reprimenda, así que volvió al colegio.
Las semanas transcurrieron y las familias empezaron a hacerse preguntas. La más frecuente, como era de esperar, era por qué en un mismo curso se llevaban ritmos tan dispares en una clase y en otra. La dirección del centro, ante esa situación, decidió tomar cartas en el asunto, y, muy a pesar de Fara, uno de sus miembros comenzó a acudir a las reuniones de coordinación para ver dónde estaba el problema. En esas reuniones salió a la luz todo lo que se había estado haciendo mal desde principio de curso, y Fara se iba poniendo más y más nerviosa, porque aunque tuviera el poder de echarse un cigarro en cualquier momento, no tenía el valor de hacerlo dentro del colegio. Así, gracias a la intervención del equipo directivo, Lola pudo lograr que en las dos clases se fueran trabajando los mismos contenidos.
Pero las brujas no llevan bien que las pasen por encima. Fara, al haber quedado en evidencia ante familias y dirección, se sumergió en un bucle de victimismo que culminó con una baja indefinida (al menos durante ese curso lectivo). A partir de ese momento, todos ganaron en ese centro.
Se dice que la bruja Fara sigue de baja, lamentándose por no haber sido apreciada en su entorno laboral como ella merecía. Pero no bajéis la guardia... puede que, cuando menos os lo esperéis, la tengáis de compañera en la clase de al lado, o peor aún, como tutora de vuestros hijos.
¡Feliz Halloween!
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